Monday, October 23, 2006

Círculos.

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Como un áspid sigiloso, venenoso, bajo desde el norte hacia la ciudad. La consigna era clara “acabar con el amor”. Su piel, blanquísima, ataviada con los mejores géneros negros, traídos desde los tiempos y mundos más exóticos, provocaba devorarla. Las telas balanceaban gracilmente sobre sus curvas exponiéndola hasta su perfecta desnudez. Mirarla era insoportable para quienes caminaban en aquel momento único.
Cuando se sintió satisfecha de su paseo y de cuanto desastre causo su hermosura, simplemente abrió una puerta que no estaba y entró por ella y en las alturas de las que el edificio carecía, brillo, como desde siempre, el nombre de OZ.

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Luego de perturbar la copula de dos libélulas solo con escudriñar a través de sus enormes ojos rasgados el evento, retiro sus perfectos pies del estanque.
La grama brillaba más bajo su andar, la naturaleza le devolvía la misma admiración que profesaba por ella.
A veces le parecía oír los retoños reventar en éxtasis en sus cercanías, inmediatamente, consternada por su soberbia, abandonaba el pensamiento, aunque en verdad sucedía. Inquieta desde hacia unos minutos, decidió viajar hacia el oeste.
La hierba trato de enredarla, hasta que llego al camino empedrado.
Echó un paño sobre sus suaves hombros y partió.

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Había tratado de componer algo por varios días y ninguna idea aparecía. La música no es un arte fácil. Ninguno lo es. El dolor se desvanecía y con el su razón para estar languideciendo con su guitarra. Sin embargo la tristeza de sus ojos conmovía. Debía ocultarlos, bellísimos, claros, quien los viera solo desearía permanecer siempre con el, para hacerle bien. También le gustaba corresponder en esto.
Soltó sus rizos castaños y los dejo caer sobre su cara. Era hora de que algo pasase. Algo emocionante. Había oído de un lugar. Al norte.

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Con indiferencia apago el cigarrillo y miro a su última victima aun dormida. Solo generaba desesperación en quien lo tocara. No es que no le importara, siempre sintió que debía ir más allá. Privarse no era bueno para nadie. Nadie merecía más de su tiempo. Miro por la ventana, las luces al este. ¡¡Suficiente!!!. La noche llama de nuevo.

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Era el mejor club nocturno que existió, el círculo de los excesos, había lugar para todos y todos se sentían cómodos, divertidos y absolutamente vacíos.
OZ. Una maquina perfectamente aceitada, de soledad.

En las alturas contemplaba su obra, orgullosa, hasta advertir que alguien, con entera apatía, fumaba apoyado en una barra. Furiosa, bajo, provocando las usuales e incontenibles erecciones de los hombres que babeaban torpemente y la envidia y desconcierto más ruin de las mujeres más bellas.

Ella acababa de entrar cuando el tiraba su colilla con la misma rapidez que encendía otro. Con inocencia virginal rozo su mano y el deseo atravesó su pecho como una estaca, provocando de el, una mirada distante. Al sentir su indiferencia, su propia sensibilidad seco su corazón, al tiempo que, paralizada, dejo caer el paño de sus hombros.

En su camino de falos y lenguas bífidas se topo con la delgadez desgarbada de un ser angelical, intrigada corrió sus rizos castaños y al contemplarlo, su alma envejeció milenios. Al notar su mano palidecer, espantada, huyo entre la multitud, totalmente infeliz.

Al verla pasar, presurosa, ocultando su decepción, sofocada entre exóticos géneros negros, soltó el tabaco de su boca y se adelanto tomándola por el codo. Con expresión de hastió, ella se libero, dejándolo sumido en una ansiedad sin precedentes. Deseo. No. Lo tuvo antes. Es aun más.

Con absoluta devoción tomo el manto a sus pies y se lo puso sobre sus temblorosos hombros, la invito a que se fueran juntos. No hubo respuesta. Sus ojos, bellísimos, claros, liberados de su cabellera castaña, volvieron a llorar.

Se paro en la puerta que antes no estaba, miro una vez más, fracasada, y escapo.

Sin entender ni poder construir algo lógico en sus cabezas que sostenga la veracidad de la existencia del lugar muchos abandonaron el recuerdo hasta matarlo. Muchos, pero no todos.

De pronto hubo un nuevo lugar donde empezar, una inocencia por recuperar, muchas y maravillosas canciones por escribir y alguien para anhelar.