La Huella XI
El Conjuro.
Lo miraba impávido cavar un pozo sin hacer caso del cielo cayendo a pedazos a su alrededor.
La lluvia y el viento lo atravesaban. No había explicación. Nada la tenía últimamente.
Su bolsa de reliquias descansaba al costado del montón de tierra.
Simón comenzaba a inquietarse.
De cuando en cuando El Primo miraba y ponía los pelos de punta.
Dejó la pala en el suelo y se acercó.
Sangre añeja se expresaba en sus rasgos, ahora lo veía de cerca, sangre vieja que se niega a morir, entenado trashumante de estas tierras.
Se saludaron con respeto asintiendo con la cabeza. El Primo extendió su mano y Simón supo lo que quería. Sin dudarlo devolvió el antiguo facón recién recuperado.
El aparecido retornó a su tarea, vacío la bolsa en el pozo y arrojó el puñal también. Tapó nuevamente con el suelo gastado y la tormenta se serenó.
Sentados los dos, sin mirarse, esperaron en la galería. Simón se preguntaba que.
Rayos silenciosos, amenazaban en el horizonte.
A lo lejos, crujidos, abriéndose paso entre los restos de monte, acercándose peligrosamente. No temían. Simón confiaba ahora en su compañero, lo que fuese, el lo resolvería.
Ya viene.
Y es gigante.
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