Tuesday, July 10, 2007

La Huella III




Lo que dicen por ahí.

-¡Ah si! ¡Ayyy! ¡Me acuerdo que el viento norte lo ponía maaalllo!-Dijo la vieja Irene mientras chupaba tenazmente un hueso de pollo al que ya no le quedaba nada.
-¡No solamente el viento norte!...-Se oyó del fondo del bar repleto, con todas las miradas puestas en Simón, que había parado en el pueblo a escuchar sobre El Primo.
-De ese hay muchos cuentos. Aquí el que no lo ha conocío’ por lo menos ha escucháo’ algunos.- Prosiguió la vieja desdentada.
-Cuando era chico el diablo le ha robáo’ el alma.- Interrumpió Lorenzo, su marido.
-¡Ahjj!- Se quejó Irene, incrédula, mientras tomaba otro hueso.
-¡Bueno vieja! Eso es lo que le cuentan a uno. Que en un baile por la noche, el changuito ha sío’ arrastrao’ por lo’ sobaco’ ¿vio?, por algo que… no se veía… hasta la oscuridad del monte. Lo han encontáo’ al oootro día recién, dormido, y ya era…comosifueraotrapersona ¿vio?
-Eso si.-Volteo Irene- Después nuuunca ha vuelto a hablar. Ha quedáo’ raaaro así.

Aparentemente su comportamiento era salvaje, como el de un animal.
Según contaban, entendía el tiempo a la perfección. Reaccionaba de manera diferente ante un viento norte, peligro de inundación, proximidad de tormenta, posibilidad de sequía y así todo el campo pasaba para verlo retorcerse, si estaba tranquilo, si se mostraba molesto o lo que fuera que les diese un indicio útil para sus actividades.
Algunos bromeaban sobre gozosas tardes que habría pasado junto a las majadas caprinas de los alrededores y alguna que otra gallina, que moría minutos después del ultraje.
Era un alma solitaria de la que nadie supo más, desde hace quince años.

-Pá’ mi que el diablo mismo se lo ha lleváo’. Primero el almita y despué’ el cuerpo. Pobrecito, no era malo, chango joven, no hablaba con nadie nomá’… ¿qué sabrá ser no?-Concluyo Lorenzo, la lluvia de anécdotas.

Los más desconfiados culpaban a quienes lo criaron, ya muertos, de que no hablase más. Maltratos inhumanos. Aunque otros no apoyaban estas ideas.
De todos modos nadie podía explicar su extraña relación con los fenómenos meteorológicos, cosa que todos, aseguraban como cierta.